‘Combatir la soledad no deseada es ganar años de vida y ahorrar recursos sanitarios’

Fernando Villoria, delegado de la Asociación contra la Soledad no Deseada, alerta sobre su evolución en las sociedades occidentales

Los cambios sociales obligan a abordar nuevos problemas y uno de ellos es el de la soledad. Es posible que quienes no la padecen lo consideren una opción voluntaria, pero la mayoría de las veces no es por elección. Muchos mayores y no pocos jóvenes se sienten solos y los estudios más recientes demuestran que esa circunstancia incrementa la prevalencia de muchas enfermedades y reduce la esperanza de vida. El doctor Fernando Villoria es el delegado en Cantabria de la Asociación contra la Soledad no Deseada, y trata de que las administraciones públicas sean conscientes de que enfrentarse a este problema, además de mejorar la salud general, evita gasto público.


El doctor Fernando Villoria, delegado en Cantabria de la Asociación contra la Soledad no Deseada.

El exdirector médico de Valdecilla vivió con frecuencia en el Hospital una situación que pasa desapercibida para la mayoría de la sociedad:  algunos pacientes no podían ser dados de alta porque no tenían a nadie para recogerlos o que les atendiesen durante su convalecencia en casa. Esta circunstancia, relativamente habitual desde hace décadas en países del norte de Europa donde las familias están más desestructuradas, cada vez es más frecuente en España.

No solo es un problema social, también lo es económico, porque el Hospital necesita esas camas, de alto coste diario, para los procesos críticos. Ahora, jubilado como especialista patólogo, Villoria es delegado en Cantabria de la Asociación Contra la Soledad no Deseada, y está convencido de que abordar ese aislamiento social que padecen muchas personas sin quererlo, no solo mejora el ánimo, también la economía.

“El envejecimiento de la población es un triunfo y, a la vez, un desafío para la humanidad”, analiza Fernando Villoria, quien trata de trasladar a la administración que es absolutamente imprescindible abordar la soledad y el aislamiento social que afecta cada vez a más personas. Y frente a quienes opinan que las instituciones no pueden seguir asumiendo responsabilidades de índole personal es tajante: “Desentenderse del problema de la soledad no deseada es aceptar que gran parte de la sociedad va a tener peor calidad de vida y peor salud”. 

‘Se trata de pasar a tanta población como sea posible del gasto por enfermedad al gasto por felicidad’

Villoria justifica esta afirmación con dos datos: en Cantabria ya hay un 28% de los hogares compuestos por una sola persona y las encuestas indican que en la mayoría de los casos no es por una voluntad personal. “Ese factor es uno de los que más contribuyen al aislamiento social”, y añade que “tanto las estadísticas de la ONU como las de la Unión Europea han demostrado que la soledad no deseada adelanta la aparición de enfermedades y sus complicaciones”.

 Pérdida de esperanza de vida

Este aislamiento social es el gran problema de las sociedades de altos ingresos y amenaza con revertir parte de la gran conquista del siglo XX: los años de vida. Cuando se inició el siglo pasado, la perspectiva de vida en España era de 34 años, en lo que influía, especialmente, la altísima mortandad infantil. Al acabar el siglo XX había alcanzado los 83 años en el caso de las mujeres, una de las más altas del mundo, y Villoria se vale de la ciencia para encontrar las razones: “Dado que la evolución, cuyos mecanismos descubrió Darwin, no persigue la longevidad de las especies sino su replica, este avance solo puede ser imputado a cambios sociales, los producidos en el medio ambiente y en las personas a través de la higiene, el saneamiento de los suministros de agua, los alimentos, los avances médicos y, especialmente, a la eliminación de muchas conductas de riesgo”.

Villoria insiste en la importancia de agregar a estos factores las políticas de envejecimiento activo que, además de seguir sumando años de vida van a suponer una palanca de desarrollo económico: “Lo que se conoce como economía plateada es una oportunidad, y así se verá en el futuro”, predice. Por economía plateada se entiende aquella vinculada a los mayores de 50 años, unas cohortes de población que crecen muy deprisa en todo el mundo. Y en el gasto de ese tramo de edad se produce una dicotomía curiosa. Los afectados por una mala salud ocasionan un gasto público muy elevado, que empieza a causar serias tensiones en los presupuestos de los países avanzados. En cambio, quienes disfrutan de buena salud generan otro tipo de gastos, que son financiados por su propio bolsillo: viajes, ocio, cultura… 

En vista de ello, Villoria considera que una política pública inteligente es trasladar a tanta población como sea posible del primer grupo (el del gasto asociado a la enfermedad) al segundo (el gasto asociado a la felicidad) “y una de las vías más eficaces para hacerlo es combatir los factores de riesgo y los determinantes sociales, entre los que hay que incluir la soledad y el aislamiento social, igual que combatimos el tabaco o la obesidad”.

Alrededor del 40% de la población de la UE ya ha superado los 50 años.

“Que nadie lo entienda como una política utilitarista, o que únicamente pretende producir ahorros económicos”, aclara Villoria. “Es todo lo contrario, es apostar por la felicidad, por más años de vida y por más salud en esos años”. Lo avala con estudios recientes que relacionan la soledad con tasas más altas de cardiopatías, ictus, depresión, deterioro cognitivo y suicidio.

La Unión Europea ha estimado que el valor del consumo publico y privado originados por las personas de más de 50 años de los países miembros es de 3,7 billones de euros y esa gigantesca cifra sigue avanzando muy rápido, porque esa capa de población que en 2015 estaba formada por 1.600 millones de personas en todo el planeta se duplicará para 2050, y lleva camino incluso de ser la mayoritaria. En 2015, en Europa, ya había 199 millones de personas con 50 años o más, el 39% de la población.

Quien envejece en casa le cuesta al sistema público la mitad que en una residencia

Combatir la soledad no deseada incrementará la población con salud, donde según la UE, el 90% del gasto es privado, aunque buena parte de esos recursos privados que gastan los mayores procedan de las pensiones. 

Incluso en las etapas finales de la vida, que concentran el grueso del gasto sanitario, una mejor salud permite residir en la vivienda propia (opción preferida por una mayoría), lo que requiere la mitad de gasto público del que esa persona originaría en una residencia.

Villoria agradece que el nuevo Gobierno cántabro haya sido pionero en crear una dirección general para atender este problema, dado que no hay precedentes en el país. Y es que España, por el entramado familiar que ha existido hasta ahora, ha tardado en tomar conciencia de este problema, mientras que Gran Bretaña cuenta con un ministerio específico para abordarlo desde 2019.

Es cierto que los británicos han tenido mucho tiempo para entender su conveniencia. Durante una presentación pública de la Asociación contra la Soledad no Deseada, el Dr. Julio Rama expuso su experiencia en Gran Bretaña, donde ejerció hace décadas. Recordó que, al dar el alta a muchos pacientes, se avisaba a cuidadores profesionales para que les atendiesen en la convalecencia porque no tenían a ningún pariente o amigo que quisiese o pudiese hacerse cargo. Algo que a alguien procedente de una España con gran arraigo familiar le causaba mucha extrañeza. Ahora, ya no le causaría tanta.


La batalla contra el reloj biológico

La ‘apuesta por la felicidad’ añade años de vida y reduce el gasto público.

Fernando Villoria, explica en estos términos el proceso biológico del envejecimiento, una máquina de tiempo que la ciencia pretende ralentizar: “Los cuerpos de los animales son máquinas, y las máquinas se desgastan. Pero, a diferencia de la mayoría de las máquinas, los cuerpos se fabrican y reparan solos. El diseñador de estas máquinas –la evolución– está interesada en la reproducción, no en la longevidad; un individuo es una forma de hacer más copias de esos genes en lugar de un fin en sí mismo. El individuo es un medio para este fin y será abandonado cuando ya no es adecuado para este propósito. Este tipo de perspectiva explica por qué hay enfermedades como el alzéimer, el parkinson, la degeneración de la retina, la diabetes de tipo 2 y muchos tipos de cáncer que son raros los primeros años de vida y, en cambio, son más comunes en la vejez”.

Pero el ser humano ha luchado a lo largo de su existencia sobre la tierra para combatir ese determinismo biológico y lo está haciendo cada vez con más éxito: “El análisis de los años ganados en la esperanza de vida sugiere que esto no tiene por qué ser así; el hecho de que la evolución no tenga interés en mantener los sistemas de reparación para vivir más años (la longevidad) no significa que no se pueda hacer”, enfatiza el que fuera director médico de Valdecilla.

Recuerda que hay muchas investigaciones en curso dirigidas a retrasar ese reloj: “Biológicamente, el envejecimiento es el resultado inexorable de la acumulación de daños moleculares y celulares durante toda la vida, un deterioro funcional acumulativo dependiente del tiempo. La ralentización de este envejecimiento es objeto de grandes investigaciones médicas e inversiones económicas de la industria farmacéutica en todo el mundo”. El hecho de que prácticamente cada año, con la excepción de la pandemia, se gane en esperanza de vida, demuestra los resultados. 


Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora